No usan jeringas ni estetoscopios, pero están al ladito de la cama del paciente después de una cirugía y hasta en la terapia intensiva. No ponen inyecciones, pero cubren con ternura las heridas. Bailan con los tubos de oxígeno y ponen nombre a los sueros. Y si la enfermera pide silencio, ellos cantan canciones de alegría.
La entrada al hospital es tan fría como la noche afuera. La sala de la Guardia cobija la espera angustiada. En los pasillos, rumbo a las habitaciones, el silencio deambula y se cruza, de tanto en tanto, con la soledad. Pero de repente aparecen ellos, con sus guardapolvos verdes y naranjas, sus medias a rayas, sus zapatones enormes, despliegan sonrisas y visten de colores, convidando a todos con tiernas caricias.
Ellos son los ‘payamédicos’, que como su nombre lo indica son: mitad payaso, mitad médico.